Dilema de barras bravas:
En otro mundo, incluso hubiesen llegado a ser amigos. Luis Guillermo López, Alexánder Celis, Ómar Rodríguez y Fredy Imbachi nacieron en la misma localidad de Bogotá, casi por la misma época, en hogares de clase media y con las mismas carencias, la misma falta de oportunidades, a su alrededor.
Pero en la misma lógica absurda del conflicto que separa hermanos, vuelve enemigos a los vecinos y arruina corazones en nombre de supuestas ideologías, a estos cuatro padres de familia un poco prematuros, doctorados en calle, los distancia una creencia que ellos llaman pasión: los distancia el color de sus camisetas.
Por esas camisetas, dicen, han llorado y reído, claro, pero también han tenido que contar a los amigos muertos y estar ellos mismos a las puertas de la muerte en más de una ocasión.
Se han querido matar entre ellos. De hecho, después de una guerra sin cuartel de poco más de 10 años, la primera vez que se vieron las caras sin anteponer un arma fue en febrero de 2010, cuando a través de un programa de la Alcaldía llamado ‘Goles en Paz’ se citaron en el parque La Amistad de la localidad de Kennedy, la misma en la que nacieron los cuatro hace unas tres décadas.
Los ediles de Kennedy les habían pedido que llevaran redactada una “lluvia de ideas” para mejorar la convivencia entre las barras . A Luis Guillermo y Ómar los representaron otros dos líderes de sus respectivos colectivos. Cualquiera llevó un computador portátil y entre todos comenzaron a imaginar cómo sería el mundo con hinchadas de fútbol en paz. Fue un sábado a las 10 de la mañana y no había un solo policía presente. Un pequeño milagro.
Más o menos desde el año 2000, Kennedy había sido el epicentro de un violento conflicto capital entre barras bravas de fútbol con estos hombres como los protagonistas que vieron nacer sus hinchadas y compusieron algunos de sus cánticos —muchos copiados de los cánticos de las barras argentinas—, decoraron estadios y viajaron eternas horas en bus para animar a sus equipos; pero que pronto pasaron de enfrentarse a piedra con los hinchas rivales a hacerlo con todo tipo de armas.
Los cuatro comparten el hecho de ser los líderes distritales de sus respectivas barras. Y, acaso por eso, los cuatro cuentan su historia a partir de las cicatrices.
Fredy Imbachi —28 años, nacido en el barrio Kennedy central, hincha desde los 15— asegura que la barra Los del Sur, del Club Atlético Nacional, es la más grande del país y que en Bogotá cuenta con unos 900 miembros. De vivir tranquila y modestamente con su abuela, su madre y su hermana, mientras cursaba el grado 10º del bachillerato, pasó a gastar todas sus onces en boletas para entrar al estadio. A la calle salía a imitar a Higuita y a Leonel, y a los barristas del Club Deportivo Los Millonarios, uno de sus archienemigos, les cantaba con acento argentino:
Millonarios, sabés que no existís
Vas a llorar gallina por ahí
Vení, vení, cantá con esta hinchada
Yo soy del verde desde que nací.
En diciembre de 2008 Fredy había visto morir a 18 amigos de la barra en enfrentamientos de todo tipo, casi siempre por los días de partidos. Salir a “cazar” barristas rivales, armados con cuchillos y piedras, era una actividad común en las cuatro barras más grandes del país, todas con sede en Kennedy, el corazón del barrismo en Colombia.
Ese mes venía en bus con unos 30 compañeros de ver en Ibagué un partido cuando el grupo se encontró con 200 hinchas de Los Millonarios. Se despertó 24 horas después con un machetazo en el cuello, una puñalada en la espalda y un pie partido.
Luis Guillermo, conocido como Pimpollo, enumera por su parte cicatrices en el labio inferior, en la frente, un ojo y la barbilla. Todo, cuenta, por defender su camiseta en los Comandos Azules de Millonarios, la barra que fue fundada hacia 1992 y en 2008 se dividió a muerte entre la gente que sigue a Pimpollo y la que sigue a Jorge, al que llaman Moneda.
Pimpollo tiene 28 años, dos hijos de 8 y 12 y una historia que empezó en el barrio Carimagua de Kennedy. Allí se crio junto a su padre, Luis Guillermo López Díaz, un exsargento del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía, el enemigo natural de los barristas cuando se levantan.
A Álex le dicen Barbas, sobre todo en el barrio Carvajal de Kennedy, en donde nació. Pero él preferiría que lo llamaran simplemente hincha popular, porque odia cuando se refieren a la Guardia Albirroja Sur (fundada el 13 de enero de 1987), del Independiente Santa Fe, como barra. “Me asusté de esta guerra cuando empecé a ver el poder del narco y del microtráfico afectando a los niños”, dice.
Ómar dice que el consumo de drogas es uno más de los problemas que permean el barrismo: las carencias, la delincuencia común son otros más. “Pero lo peor es la violencia por la violencia”, remata el líder de Disturbio Rojo Bogotá, la hinchada del América de Cali, fundada en 1996.
La violencia por la violencia que hizo que mataran a Marioneto, a El Pichi, a 17 en 2009; que hirieran a Pimpollo y a Fabián y que encarcelaran a El Topo. Cansados, los muchachos reconocieron que era hora de parar la guerra en Kennedy.
Y justo apareció el programa ‘Goles en Paz’.
Entre las peticiones que redactaron aquella mañana de febrero de 2010 estuvieron los cupos en los colegios, las libretas militares y la ayuda para capacitarse en música o panadería, a través del Sena, que los barristas de Kennedy fueron obteniendo meses después.
Un pacto por la paz firmado por los principales líderes de las hinchadas, quienes crearon códigos como respetar a las familias de los barristas y declarar los colegios zonas de tolerancia, puso fin temporalmente a un oscuro panorama que hablaba de 17 jóvenes relacionados con barras muertos entre 2009 y 2010.
La premisa de la muerte del otro como trofeo, las fronteras invisibles en la localidad, parecían algo olvidado hasta este año, cuando se acabó ‘Goles en Paz’ y estos cuatro chicos comenzaron a reclamar el apoyo estatal que venían recibiendo.
El alcalde de Kennedy, Fernando Escobar, reconoce que esa ayuda efectivamente se terminó. Y lo cuenta con una frase lapidaria: “Tener como proyecto de vida el seguimiento irracional a un equipo no nos parece que tenga un contenido de dignidad que merezca ser promovido”.
Y acto seguido recuerda que hay mucho más por hacer en la segunda localidad más grande de la capital del país (la primera en población, con un millón 600 mil habitantes), en donde el 70% de los barrios pertenecen a los estratos 1 y 2 y uno de ellos, llamado El Amparo, asegura el mandatario local, ostenta el título del más peligroso de Bogotá.
Ómar, Álex, Luis Guillermo y Fredy coinciden por separado al contar que hace poco más de un mes que no se presenta ningún episodio violento relacionado con barras en la localidad. Pero no prometen mucho. No están en otro mundo, sino en este en el que a veces la muerte sigue siendo determinada por el color de una camiseta.
Y ellos seguirán con las suyas puestas.
Frases para no olvidar
"En las barras hay drogas, pero también gente que construye, que cree que se puede ser un hincha y estar en paz”. Fredy Imbachi, hincha de Nacional.
"Yo no le voy a decir mentiras: la guerra entre barras sigue porque no podemos controlar a todo el mundo”. Luis Guillermo López, de Millonarios.
El apoyo a las barras, que son movimientos políticos, no es un favor sino un deber”. Alexánder Celis, hincha de Santa Fe.
Nos cansamos de ver tantos muertos y a sus madres reclamarnos”. Ómar Rodríguez, hincha del América.